…”Me cuestioné al pensar que siendo una médica no pude notar eso, tratando de encontrar la falla a lo que yo creía que estaba haciendo bien. Pude sentir lo que muchas madres sienten en esta situación: culpa, tristeza, remordimiento, incertidumbre, etc.”

Atravesar esta situación, un diagnóstico como “retraso global del desarrollo” donde todas las tareas para este se ven comprometidas (lenguaje, motricidad fina, gruesa, entre otras) hizo que su compromiso hacia él fuese tal que dejó su trabajo convencida que nadie más que ella, su mamá, podría hacer que esas dificultades se superaran.

Durante un año decidió que su hijo no estuviese en la escuela, todo se realizaba desde casa, aunque fue un esfuerzo empírico porque desconocía del manejo de la situación. Con metas claras y paciencia logró que él mejorara la motricidad, esto hizo que su pasión por la neuropsicología creciera enormemente.

El interés por ayudar a su hijo la llevó a estudiar esta maestría, por conocer el cerebro no solo desde este caso en particular, sino con la visión de poder ayudar a niños con dificultades.

El camino no ha sido fácil pues el desconocimiento del tema es muy grande, generando rechazos frente a algunos trastornos por no estar preparados para confrontarlos (familias, escuelas, sociedad) y entender que entre más temprano se de el diagnóstico mucho más será lo que se puede hacer.

Comprender esta situación en primera persona la llevó a despertar su pasión por comprender, servir, y poder ayudar a las familias que como ella les corresponde vivir este reto con sus hijos.